Frase de Agustín de Hipona

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Cuando un hombre descubra sus faltas, dios las cubre. Cuando un hombre las esconde, dios las descubre, cuando las reconoce, dios l... - Agustín de Hipona

Cuando un hombre descubra sus faltas, dios las cubre. Cuando un hombre las esconde, dios las descubre, cuando las reconoce, dios las olvida.

Agustín de Hipona

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La muerte es el enigma más misterioso que acompaña la vida del hombre, pero solo en el ocaso se muestra tal y como es.

Andrés Alonso Castillo

Hasta que un dia el paisano acabe con este infierno, y haciendo suyo el gobierno, con solo esta ley se rija: o es para todos la cobija, o es para todos el invierno.

Arturo Jauretche

La soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano.

Augusto César Sandino

A quien sabes que lo necesita no vendas aquello que puedes darle gratis.

Catón

La violencia es mi última opción a pesar de ser la respuesta a todo.

Chuck Norris

No es tarea de la Universidad ofrecer lo que la sociedad le pide, sino lo que la sociedad necesita.

Edsger Dijkstra

No fue ilustre, es verdad, placidísimo anciano, la línea de tu estirpe, ni tu árbol genealógico se remonta a ancestros lejanos, pero tu enorme fortuna compensó tu linaje y ocultó la bajeza de tus padres.

Estacio

Los Hombres mas sabios siguen su propio rumbo.

Eurípides

Nadie debe cometer la misma tontería dos veces, la elección es suficientemente amplía.

Jean-Paul Sartre

Enseño a mis estudiantes a no aplicar normas o formas mecánicamente.

Joseph Albers

Madrileños, Cataluña os ama.

Lluís Companys

Por un pequeño bocado de carne privamos a un alma del Sol y de la luz y del gozo de la porción de vida y tiempo por la que había nacido al mundo.

Plutarco

La vida es Dios, es una celebración.

Thalía

Ninguna consideración personal se debe interponer en la realización de un deber público.

Ulysses S. Grant

¡Ay madre! Cuando estemos satisfechos de comer, de hablar, de reírnos y maravillarnos, nos vamos cada uno a lo nuestro: yo a mi cama, donde distraído abro la esclusa intemporal del sueño, tú a tu tumba, donde susurra la hierba familiarmente con su voz de tiniebla y eternidad.

William Heinesen