Frase de Aristóteles

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Quien discute sobre si se puede matar a la propia madre no merece argumentos sino azotes.... - Aristóteles

Quien discute sobre si se puede matar a la propia madre no merece argumentos sino azotes.

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La mayor parte de los errores de los médicos proviene no de malos raciocinios basados en hechos bien estudiados, sino de raciocinios bien establecidos basados en hechos mal observados.

No voy a pedir perdón y ser perdonada por hacer un acto piadoso.

Está escrito: 'No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Jesús de Nazaret

No doy por sentado que la inteligencia sea un atributo exclusivo de las mujeres, pero todavía no conozco a ningún hombre que haya alcanzado un estadio de evolución semejante. Por lo general ni siquiera son capaces de entendernos ni aun usando el lenguaje de los signos, interpretar los cuadros de horarios de vuelos o un mensaje por megafonía.

Cita: Confieso que es muy rara la noche que no sueño con goles espectaculares, hermosos y míos.

Eso no fue un marcador de un partido de fútbol, fue un marcador de un partido de hockey... en los entrenamientos regularmente juego partidos de tres contra tres y cuando el marcador termina 5-4, envío a los jugadores de vuelta a los vestidores, porque no están defendiendo adecuadamente.

El ciclismo es un deporte de equipo y, cuando uno no tiene equipo, tiene que buscarlo en el pelotón.

Lance Armstrong

Si humor gastar pudiera, con más salud sospecho que viviera.

El éxito a veces produce acentuación del proyecto, y a veces produce exceso de valoración de uno mismo, y deseos de aspirar legítimamente a perspectivas mejores.

Lluvia de otoño. Las hortensias se deciden por el azul.

Un amante apasionado ama hasta los defectos de la persona a quien ama.

Para hacer la cosa justa es necesario también saber ser impopular.

El mar, el cielo, la montaña, las islas, vinieron a aplastarme en una sístole inmensa, después se apartaron hasta los límites del espacio. Pensé débilmente y sin tristeza en el relato que había intentado articular, relato a imagen de mi vida, quiero decir sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar.

¿Quiere un canto anticuado y sentimental en el que no creo, y que resulta absurdo en estos días ilustrados y sofisticados? Yo no soy un párroco, mi querida señora, lleno de consoladores tópicos y suaves aforismos. Soy un profesor, un líder, un guía para mi congregación. ¿Acaso espera que la tranquilice con alguna historia evangélica, o que invoque a algún dios tribal?

Taylor Caldwell

La pobre ciega no necesita tu ayuda.

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